Asia "Indonesia"
Publicado: 29 Ago 2014 17:26
Por José Mª García y Pilar Moreno
Indonesia: Sumatra, Java, Bali, Lombok, Sumbawa, Flores y Timor.
SUMATRA
En Indonesia, de nuevo volvimos al modo aventura. Después de la tranquilidad de Malasia, aterrizamos en Medán, donde nos encontramos con un gran caos de tráfico y gente. ¡Bienvenidos a la isla de Sumatra!
Nuestros amigos malayos habían contactado con un club local motero de Medán para que nos recibieran y nos llevaran desde el aeropuerto al puerto a recoger la moto que habíamos enviado por barco. En la terminal nos esperaban ocho indonesios y fuera estaban aparcadas sus 125 cc. ¡Uf,! a mí no me gusta nada ir de pasajero y menos con el caos que se veía por allí, pero, ¡qué remedio!
Nos pusimos en marcha. El organizador, que llevaba una moto tipo policía, puso las sirenas y fue apartando a todos los vehículos de nuestro camino. El resto le seguimos zigzagueando y jugándonos el tipo. Después de casi una hora de locura, llegamos a la oficina para empezar los trámites de sacar la moto de aduanas. Pasamos bastante tiempo dando vueltas de un lado para otro. En un despacho del edificio de aduanas, la imagen de las cuatro personas viendo una ‘peli’ de acción americana era curiosa: ni caso me hacían. Por fin, terminamos con el papeleo y fuimos al almacén. Esperábamos alguna sorpresa, pero todo estaba exactamente igual en la moto, tal y como la dejamos hace una semana en Malasia cuando, con una grúa, la subieron a la cubierta de un barco que tenía una pinta bastante desastrosa.
Ya estábamos rodando en Indonesia. El objetivo era salir del caos de Medán cuanto antes. Nuestra ‘escolta’ nos acompañó hasta la carretera de salida hacia el sur. Última parada para despedirnos de ellos y rumbo a Bukit Lawang. Eran ‘sólo’ 70 kilómetros, pero el intenso tráfico y las lentísimas carreteras hicieron que la última parte la hiciéramos de noche y, además, con algo de lluvia.
Bukit Lawang es un pequeño pueblo en mitad de la selva de Sumatra. La vida transcurre tranquila a ambos lados del río y el turismo que lo visita viene fundamentalmente a ver los orangutanes. Teníamos dos posibilidades para verlos, visitar el Centro de Recuperación o hacer un trekking por la selva. En dicho Centro, cuidan a los que han tenido algún problema; es un área de selva acotada donde dos veces al día dan unos plátanos a los orangutanes que deciden acercarse. Una experiencia verlos tan cerca. Nos gustó y nos animamos con el trekking. La verdad es que fue bastante más duro de lo que esperábamos, prácticamente escalada por la jungla. Ocho horas de pateo, humedad brutal, mosquitos y sanguijuelas. Pero mereció la pena: conseguir ver los orangutanes en estado salvaje fue una pasada, algunos más cerca, otros más lejos. En total, vimos unos diez. Para dormir, unos plásticos hicieron de toldo y nos protegieron de la lluvia. Después de la cena, nos metimos en los sacos y no tardamos nada en dormirnos, porque estábamos ‘rotos’. El segundo día fue mucho más fácil, una hora de tubbing por el río nos llevó de vuelta a Bukit Lawang. Experiencia increíble ver a los orangutanes.
Siguiente parada, el volcán Berastagi. Está activo y se puede subir hasta el cráter; desde la cumbre pudimos ver, escuchar y oler las fumarolas. Para recuperarnos de tanto trekking, elegimos el lago Toba, con 100 kilómetros de ancho y 30 de largo. Es el mayor de Indonesia y el de tipo volcánico más grande del mundo. Llegamos por el norte y lo rodeamos para llegar a la isla central por el oeste. En total, 22 kilómetros de carretera muy revirada que nos llevó desde la parte alta del cráter hasta el lago.
La isla de Sumatra estaba resultando un espectáculo y los indonesios, buena gente. La conducción era más complicada que en Malasia, porque las carreteras ocultaban algunas trampas en forma de agujeros y tramos destrozados que hacían necesario mantener la concentración. Con dos personas y la moto cargada, cualquiera de esos enormes agujeros o baches podían provocar un accidente o dañar la máquina.
El lago Maninjau es más pequeño que el Toba, pero igualmente no podíamos pasar de largo sin disfrutar de los 44 ‘curvones tornantis’ numerados. La bajada hasta llegar al lago fue espectacular. ¡Vaya panorámica desde la moto!
No teníamos muy clara la ruta desde la mitad de Sumatra hacia el sur. Hablando con locales nos recomendaron una por el interior de la isla llegando a los 1.500 metros de altitud y rodeando volcanes, lagos y cultivos de café y te. Además de ser perfecta para ir en moto, evitábamos el intenso tráfico de la carretera principal.
La última parada en Sumatra fue en Krui, pequeño enclave surfero todavía muy tranquilo, con poca gente, perfecto para descansar y coger fuerzas antes de cruzar a Java, la isla más poblada del mundo. En la guest house coincidimos con más moteros. Peter, australiano, viajando en Royal Enfield desde la India a Australia y Tom, también australiano y que viajaba por el sudeste asiático con Toon, su novia tailandesa.
JAVA
Después de 20 espectaculares días en Sumatra, cruzamos a Java. Primera toma de contacto con los ferries indonesios y mucha gente por todas partes.
La llegada nocturna fue caótica, con desembarco casi a golpes entre scooter, camiones, personas y animales. Los primeros metros los hicimos sorteando enormes agujeros, respirando ingentes cantidades de humo negro de los camiones y esquivando accidentes. Intentamos utilizar la carretera de peaje a Yakarta. Sabíamos que las motos no podían usarla pero viendo cómo estaba la situación queríamos intentarlo. Después de discutir en la barrera de acceso, no conseguimos pasar, así que vuelta al caos.
Nunca conducimos de noche y menos en Indonesia, pero esta vez no teníamos más remedio. Habíamos quedado con Rodrigo en Yakarta, compatriota que, sin conocernos previamente, nos iba a alojar en su casa durante unos días. Llegamos sobre las 23:00 horas. Como era tan tarde, pudimos entrar sin problemas en la ciudad, que, con 19 millones de personas, es una de las que tiene peor tráfico del mundo. El único motivo para pasar por allí era arreglar la cámara de fotos que nos estaba dando problemas. Una vez solucionado y después de tres días, salimos de Yakarta lo más rápido posible.
Como necesitábamos algo de tranquilidad después de estos primeros días en Java, nos fuimos a Batukaras, pueblo sufero en el sur, donde pasamos unos días de relax y tranquilidad.
En la ruta hacia Yogyakarta conocimos a un grupo de moteros con Harley-Davidson. Estaban parados en un puesto de cocos y nos detuvimos a hablar con ellos. Iban a Semarang a un Bike Weekend. Nos invitaron y nos fuimos con ellos. Pasamos un par de días de lujo: muy buena gente e impresionados al decirles que habíamos llegado en moto desde Madrid. Rodar con ellos era un espectáculo, todos con sirenas y una moto de la policía abriendo paso. Ni semáforos, ni atascos, ¡así sí que se circula bien! Fueron sólo dos días con ellos pero nos dio pena despedirnos. Durante un par de jornadas nos dejaron formar parte de su familia motera.
Nos dirigimos a Yogyakarta para visitar algunos de los templos que hay cerca de la ciudad. Teníamos dos opciones, Borobudur y Prambadan. Nos decidimos por el templo budista de Borobudur, que nos gustó bastante, a pesar de los grupos de estudiantes que no paraban de saludarnos: “¡hello, míster!, ¡hello míster!, ¡photo! Bastante pesados después de un rato.
Con la cabeza ya pensando en la siguiente isla, Bali, hicimos una última parada en el volcán de Bromo. La carretera de subida hasta los 2.500 metros nos ofreció unas vistas grandiosas, la temperatura iba bajando según ascendíamos, cosa que se agradecía después de tanto calor que estábamos pasando.
Subir al cráter del volcán nos impresionó. Está activo, por lo que situarse al borde con las fumarolas es una experiencia. La verdad es que nos somos muy de ver amaneceres, pero nos comentaron que las vistas del volcán y alrededores desde el Gunung Penanjakan a 2.770 metros de altitud eran algo que no podríamos dejar de ver. Así que, esfuerzo importante y a las 4:00 horas estábamos de camino. En la carretera, decenas de Jeep llevando turistas a ver el amanecer, menuda locura. La estrecha carretera de montaña estaba colapsada a las 4:30 horas. Nos llevó un rato conseguir llegar al parking. Con la claridad del amanecer y los primeros rayos de sol, el panorama era grandioso. Había merecido la pena el madrugón.
BALI
Después de cruzar Sumatra y Java, llegábamos a Bali, teníamos ganas de conocer la isla más famosa de Indonesia, esperábamos que no fuera muy, muy turística. Nos encontramos con que hay dos Balis, la zona de Kuta, Legian y Seminyak llena principalmente de surferos australianos con ganas de fiesta y el resto de la isla con sitios espectaculares.
Uno de los moteros que conocimos en Java nos había ofrecido su casa en Nusa Dua, al sur de Bali, simplemente alucinamos cuando llegamos al mega chalet, todo un lujo de arquitectura balinesa, pensábamos quedarnos unos días pero acabamos quedándonos dos semanas.
La isla ofrece excelente buceo, impresionantes templos, zonas de montaña, lagos volcánicos, playas tranquilas; un lujo de sitio.
Lo peor de Bali fue el intenso tráfico en la zona de Kuta, moverse con la GS era complicado entre tantos scooters y coches. Algo muy curioso era que aún con temperaturas por encima de 30 grados, muchos de los conductores de los scooters llevan chaquetas dadas la vuelta con la cremallera abierta por la espalda, incluso también se veían guantes de lana, igual para ellos era invierno.
Recibimos la visita de nuestra amiga Julia de Madrid, aparte de traernos algún recambio para la moto, nos traía viandas de la península, ¡Qué ganas de buen jamón teníamos! Ya llevábamos casi un año en ruta y se echa de menos a la familia, amigos y la comida.
LOMBOK
Después de dos semanas en Bali, cruzábamos a la siguiente isla en nuestra ruta por Indonesia, la isla de Lombock. El cambio era importante, una isla mucho más tranquila y mucho más musulmana. La idea inicial era ir hacia el norte para cruzar a las Gili, pequeñísimas islas, perfectas para hacer snorkel y poco más. Pero teníamos ganas de moto después de Bali y decidimos dar la vuelta a Lombock en unos días y dejar las Gili para el final. La ruta por el oeste y norte fue un lujo, ¡qué tranquilidad!
En Senaru, un chico local nos convenció para ir un importante evento local, “Stick fighting” o “Pelea de palos”. Cuando llegamos nos encontramos con un pequeño ring improvisado y delimitado por las 200 personas que allí estábamos. Nosotros éramos los únicos extranjeros y Pilar la única mujer, aparte de las que vendían bebidas.
Arrancó la velada con los más jóvenes, sin camisetas y cada uno con un escudo y un palo de madera, el objetivo era claro, calentarse con el palo. El ambiente era de fiesta nacional, con música local de una banda, un árbitro que bailaba y gesticulaba entre asaltos; estábamos alucinando, va subiendo el nivel de los “luchadores”, se empiezan a ver algunas cabezas abiertas, el médico local poco podrá hacer aparte de coserles allí mismo. El público hace apuestas y en función del tiempo que dure el combate y quien gane, los luchadores se llevan más o menos dinero, los del pueblo visitante han venido con su chamán que antes de cada lucha hace “magia” sobre el palo para darle suerte a su luchador. Parece que está funcionando porque los locales se están llevando unos buenos palos. Después de una hora, el evento termina, ha sido toda una experiencia.
En Indonesia se viaja despacio, y ya teníamos claro que el visado de dos meses que sacamos en Malasia no iba a ser suficiente.
En Mataran, capital de Lombock, había oficina de inmigración, pensábamos que en esta oficina más pequeña no necesitaríamos sponsor para extender el visado pero si era necesario. Fuera del edificio varias personas se ofrecen para “sponsorizarnos” y conseguirnos el visado, a cambio de cobrarnos tres veces más de lo que cuesta el visado.
Llamamos a Ricky, le habíamos conocido en Bali en la casa donde vivimos dos semanas, le comentamos el problema para ver si nos podía sponsorizar, nos dice que vayamos a la tienda Kawasaki de Mataran que él lo organiza para solucionarlo. Así que en la tienda Kawasaki hacemos los papeles, volvemos a la oficina de inmigración, todo bien y al día siguiente teníamos un mes extra de visado.
Con el visado solucionado, nos vamos, ahora sí, a pasar un par de días en las Gili, de las tres islas, escogimos la más pequeña, Gili Meno. Cabaña básica en la playa, una cama de bamboo, un ventilador y un baño exterior abierto. Dos días de buen snorkel, pescado y cervezas en la playa.
SUMBAWA
Isla más pobre y tranquila, no hay muchos sitios donde parar y la recorremos en pocos días. Sólo pasamos un par de días en Lakey Peak, pequeño pueblo surfero donde coincidimos con un grupo de españoles, Ricky, Piru, Marta y Mercedes, trabajaban colaborando con la ONG Harapan realizando proyectos educativos y sanitarios en la zona. El sitio es muy tranquilo y a parte de surf hay poco que hacer.
El último día en Sumbawa, llegamos a Sape con la esperanza de que hubiera un ferry por la tarde y no tener que pasar la noche allí, auténtico agujero, no hubo suerte y en una cutre guest house con ratas por los alrededores hicimos noche y por la mañana cambiamos de isla.
FLORES
Habíamos leído muy buenas opiniones sobre esta isla de otros viajeros en moto. Llegamos a Labuanbajo, muy auténtico, bastantes guesthouses y restaurantes pero sin perder al aire de sitio tranquilo. Otro de tantos lugares donde terminaríamos quedando más tiempo del que en principio pensábamos.
Desde Labuanbajo buceamos dos días en el Parque Nacional de Komodo, sin duda, el mejor buceo de todo el viaje, la inmersión en Manta Point con hasta quince mantas y la inmersión en Batu Bulong fueron un espectáculo que no olvidaremos nunca.
Después de casi una semana partimos de Labuanbajo, teníamos tres días para cruzar los 700 kms. de la isla de Flores para coger el ferry semanal a la isla de Timor, si no, tendríamos que esperar hasta la próxima semana. Auténtica delicia de ruta, curvas y más curvas, continuas subidas y bajadas, la carretera llegaba hasta los 1.300 metros, ausencia de tráfico … un paraíso para rodar en moto pero teníamos cierta tristeza porque la ruta por Indonesia y Asia se estaban acabando.
En Moni queríamos ver el lago Ijen pero tuvimos mala suerte, estaba activo emitiendo muchos gases y el acceso estaba cortado, ya tenemos excusa, tendremos que volver a Flores en otra ocasión.
Allí coincidimos con una familia francesa que viajaba en un espectacular camión dakariano habilitado como casa. Federico y Laura, y sus dos hijos Martin y China, de siete y cuatro años respectivamente, llevaban más de tres años dando la vuelta al mundo.Compartimos con ellos la ruta hasta Dili en Timor del Este.
En Larantuka nos embarcamos en nuestro último ferry indonesio a Kupang en la isla de Timor, nos esperaban catorce horas de barco. Al principio el ferry iba bastante tranquilo y con poca gente, ¡Qué suerte! pensamos. Hicimos escala en otra isla y allí empezó la locura, cientos de personas subieron a bordo, cualquier espacio era ocupado por familias, gente tirada por los suelos; en la bodega la moto estaba rodeada de cabras y gallinas, no podíamos creer lo que estábamos viendo. Hasta de los camastros comunes nos echaron porque había que sacar ticket y no lo sabíamos. Al final, subimos a la cubierta superior, aunque en teoría no podíamos, pillamos unas colchonetas, los sacos y pasamos una de las mejores noches del viaje, tranquilidad y un cielo estrellado.
En Kupang teníamos que solicitar el permiso para poder entrar en Timor del Este, en teoría tardan tres días, le dijimos que teníamos que coger un avión en Dili y no podíamos esperar, le convencimos, nos los hizo en quince minutos.
Realmente se estaba acabando Indonesia, después de dos meses y medio cruzábamos la que sería nuestra última frontera en el sudeste asiático, llegábamos a Timor del Este.
Sin duda volveremos a Indonesia.
Enhorabuena!! desde GS life
Mas información en:
Indonesia: Sumatra, Java, Bali, Lombok, Sumbawa, Flores y Timor.
SUMATRA
En Indonesia, de nuevo volvimos al modo aventura. Después de la tranquilidad de Malasia, aterrizamos en Medán, donde nos encontramos con un gran caos de tráfico y gente. ¡Bienvenidos a la isla de Sumatra!
Nuestros amigos malayos habían contactado con un club local motero de Medán para que nos recibieran y nos llevaran desde el aeropuerto al puerto a recoger la moto que habíamos enviado por barco. En la terminal nos esperaban ocho indonesios y fuera estaban aparcadas sus 125 cc. ¡Uf,! a mí no me gusta nada ir de pasajero y menos con el caos que se veía por allí, pero, ¡qué remedio!
Nos pusimos en marcha. El organizador, que llevaba una moto tipo policía, puso las sirenas y fue apartando a todos los vehículos de nuestro camino. El resto le seguimos zigzagueando y jugándonos el tipo. Después de casi una hora de locura, llegamos a la oficina para empezar los trámites de sacar la moto de aduanas. Pasamos bastante tiempo dando vueltas de un lado para otro. En un despacho del edificio de aduanas, la imagen de las cuatro personas viendo una ‘peli’ de acción americana era curiosa: ni caso me hacían. Por fin, terminamos con el papeleo y fuimos al almacén. Esperábamos alguna sorpresa, pero todo estaba exactamente igual en la moto, tal y como la dejamos hace una semana en Malasia cuando, con una grúa, la subieron a la cubierta de un barco que tenía una pinta bastante desastrosa.
Ya estábamos rodando en Indonesia. El objetivo era salir del caos de Medán cuanto antes. Nuestra ‘escolta’ nos acompañó hasta la carretera de salida hacia el sur. Última parada para despedirnos de ellos y rumbo a Bukit Lawang. Eran ‘sólo’ 70 kilómetros, pero el intenso tráfico y las lentísimas carreteras hicieron que la última parte la hiciéramos de noche y, además, con algo de lluvia.
Bukit Lawang es un pequeño pueblo en mitad de la selva de Sumatra. La vida transcurre tranquila a ambos lados del río y el turismo que lo visita viene fundamentalmente a ver los orangutanes. Teníamos dos posibilidades para verlos, visitar el Centro de Recuperación o hacer un trekking por la selva. En dicho Centro, cuidan a los que han tenido algún problema; es un área de selva acotada donde dos veces al día dan unos plátanos a los orangutanes que deciden acercarse. Una experiencia verlos tan cerca. Nos gustó y nos animamos con el trekking. La verdad es que fue bastante más duro de lo que esperábamos, prácticamente escalada por la jungla. Ocho horas de pateo, humedad brutal, mosquitos y sanguijuelas. Pero mereció la pena: conseguir ver los orangutanes en estado salvaje fue una pasada, algunos más cerca, otros más lejos. En total, vimos unos diez. Para dormir, unos plásticos hicieron de toldo y nos protegieron de la lluvia. Después de la cena, nos metimos en los sacos y no tardamos nada en dormirnos, porque estábamos ‘rotos’. El segundo día fue mucho más fácil, una hora de tubbing por el río nos llevó de vuelta a Bukit Lawang. Experiencia increíble ver a los orangutanes.
Siguiente parada, el volcán Berastagi. Está activo y se puede subir hasta el cráter; desde la cumbre pudimos ver, escuchar y oler las fumarolas. Para recuperarnos de tanto trekking, elegimos el lago Toba, con 100 kilómetros de ancho y 30 de largo. Es el mayor de Indonesia y el de tipo volcánico más grande del mundo. Llegamos por el norte y lo rodeamos para llegar a la isla central por el oeste. En total, 22 kilómetros de carretera muy revirada que nos llevó desde la parte alta del cráter hasta el lago.
La isla de Sumatra estaba resultando un espectáculo y los indonesios, buena gente. La conducción era más complicada que en Malasia, porque las carreteras ocultaban algunas trampas en forma de agujeros y tramos destrozados que hacían necesario mantener la concentración. Con dos personas y la moto cargada, cualquiera de esos enormes agujeros o baches podían provocar un accidente o dañar la máquina.
El lago Maninjau es más pequeño que el Toba, pero igualmente no podíamos pasar de largo sin disfrutar de los 44 ‘curvones tornantis’ numerados. La bajada hasta llegar al lago fue espectacular. ¡Vaya panorámica desde la moto!
No teníamos muy clara la ruta desde la mitad de Sumatra hacia el sur. Hablando con locales nos recomendaron una por el interior de la isla llegando a los 1.500 metros de altitud y rodeando volcanes, lagos y cultivos de café y te. Además de ser perfecta para ir en moto, evitábamos el intenso tráfico de la carretera principal.
La última parada en Sumatra fue en Krui, pequeño enclave surfero todavía muy tranquilo, con poca gente, perfecto para descansar y coger fuerzas antes de cruzar a Java, la isla más poblada del mundo. En la guest house coincidimos con más moteros. Peter, australiano, viajando en Royal Enfield desde la India a Australia y Tom, también australiano y que viajaba por el sudeste asiático con Toon, su novia tailandesa.
JAVA
Después de 20 espectaculares días en Sumatra, cruzamos a Java. Primera toma de contacto con los ferries indonesios y mucha gente por todas partes.
La llegada nocturna fue caótica, con desembarco casi a golpes entre scooter, camiones, personas y animales. Los primeros metros los hicimos sorteando enormes agujeros, respirando ingentes cantidades de humo negro de los camiones y esquivando accidentes. Intentamos utilizar la carretera de peaje a Yakarta. Sabíamos que las motos no podían usarla pero viendo cómo estaba la situación queríamos intentarlo. Después de discutir en la barrera de acceso, no conseguimos pasar, así que vuelta al caos.
Nunca conducimos de noche y menos en Indonesia, pero esta vez no teníamos más remedio. Habíamos quedado con Rodrigo en Yakarta, compatriota que, sin conocernos previamente, nos iba a alojar en su casa durante unos días. Llegamos sobre las 23:00 horas. Como era tan tarde, pudimos entrar sin problemas en la ciudad, que, con 19 millones de personas, es una de las que tiene peor tráfico del mundo. El único motivo para pasar por allí era arreglar la cámara de fotos que nos estaba dando problemas. Una vez solucionado y después de tres días, salimos de Yakarta lo más rápido posible.
Como necesitábamos algo de tranquilidad después de estos primeros días en Java, nos fuimos a Batukaras, pueblo sufero en el sur, donde pasamos unos días de relax y tranquilidad.
En la ruta hacia Yogyakarta conocimos a un grupo de moteros con Harley-Davidson. Estaban parados en un puesto de cocos y nos detuvimos a hablar con ellos. Iban a Semarang a un Bike Weekend. Nos invitaron y nos fuimos con ellos. Pasamos un par de días de lujo: muy buena gente e impresionados al decirles que habíamos llegado en moto desde Madrid. Rodar con ellos era un espectáculo, todos con sirenas y una moto de la policía abriendo paso. Ni semáforos, ni atascos, ¡así sí que se circula bien! Fueron sólo dos días con ellos pero nos dio pena despedirnos. Durante un par de jornadas nos dejaron formar parte de su familia motera.
Nos dirigimos a Yogyakarta para visitar algunos de los templos que hay cerca de la ciudad. Teníamos dos opciones, Borobudur y Prambadan. Nos decidimos por el templo budista de Borobudur, que nos gustó bastante, a pesar de los grupos de estudiantes que no paraban de saludarnos: “¡hello, míster!, ¡hello míster!, ¡photo! Bastante pesados después de un rato.
Con la cabeza ya pensando en la siguiente isla, Bali, hicimos una última parada en el volcán de Bromo. La carretera de subida hasta los 2.500 metros nos ofreció unas vistas grandiosas, la temperatura iba bajando según ascendíamos, cosa que se agradecía después de tanto calor que estábamos pasando.
Subir al cráter del volcán nos impresionó. Está activo, por lo que situarse al borde con las fumarolas es una experiencia. La verdad es que nos somos muy de ver amaneceres, pero nos comentaron que las vistas del volcán y alrededores desde el Gunung Penanjakan a 2.770 metros de altitud eran algo que no podríamos dejar de ver. Así que, esfuerzo importante y a las 4:00 horas estábamos de camino. En la carretera, decenas de Jeep llevando turistas a ver el amanecer, menuda locura. La estrecha carretera de montaña estaba colapsada a las 4:30 horas. Nos llevó un rato conseguir llegar al parking. Con la claridad del amanecer y los primeros rayos de sol, el panorama era grandioso. Había merecido la pena el madrugón.
BALI
Después de cruzar Sumatra y Java, llegábamos a Bali, teníamos ganas de conocer la isla más famosa de Indonesia, esperábamos que no fuera muy, muy turística. Nos encontramos con que hay dos Balis, la zona de Kuta, Legian y Seminyak llena principalmente de surferos australianos con ganas de fiesta y el resto de la isla con sitios espectaculares.
Uno de los moteros que conocimos en Java nos había ofrecido su casa en Nusa Dua, al sur de Bali, simplemente alucinamos cuando llegamos al mega chalet, todo un lujo de arquitectura balinesa, pensábamos quedarnos unos días pero acabamos quedándonos dos semanas.
La isla ofrece excelente buceo, impresionantes templos, zonas de montaña, lagos volcánicos, playas tranquilas; un lujo de sitio.
Lo peor de Bali fue el intenso tráfico en la zona de Kuta, moverse con la GS era complicado entre tantos scooters y coches. Algo muy curioso era que aún con temperaturas por encima de 30 grados, muchos de los conductores de los scooters llevan chaquetas dadas la vuelta con la cremallera abierta por la espalda, incluso también se veían guantes de lana, igual para ellos era invierno.
Recibimos la visita de nuestra amiga Julia de Madrid, aparte de traernos algún recambio para la moto, nos traía viandas de la península, ¡Qué ganas de buen jamón teníamos! Ya llevábamos casi un año en ruta y se echa de menos a la familia, amigos y la comida.
LOMBOK
Después de dos semanas en Bali, cruzábamos a la siguiente isla en nuestra ruta por Indonesia, la isla de Lombock. El cambio era importante, una isla mucho más tranquila y mucho más musulmana. La idea inicial era ir hacia el norte para cruzar a las Gili, pequeñísimas islas, perfectas para hacer snorkel y poco más. Pero teníamos ganas de moto después de Bali y decidimos dar la vuelta a Lombock en unos días y dejar las Gili para el final. La ruta por el oeste y norte fue un lujo, ¡qué tranquilidad!
En Senaru, un chico local nos convenció para ir un importante evento local, “Stick fighting” o “Pelea de palos”. Cuando llegamos nos encontramos con un pequeño ring improvisado y delimitado por las 200 personas que allí estábamos. Nosotros éramos los únicos extranjeros y Pilar la única mujer, aparte de las que vendían bebidas.
Arrancó la velada con los más jóvenes, sin camisetas y cada uno con un escudo y un palo de madera, el objetivo era claro, calentarse con el palo. El ambiente era de fiesta nacional, con música local de una banda, un árbitro que bailaba y gesticulaba entre asaltos; estábamos alucinando, va subiendo el nivel de los “luchadores”, se empiezan a ver algunas cabezas abiertas, el médico local poco podrá hacer aparte de coserles allí mismo. El público hace apuestas y en función del tiempo que dure el combate y quien gane, los luchadores se llevan más o menos dinero, los del pueblo visitante han venido con su chamán que antes de cada lucha hace “magia” sobre el palo para darle suerte a su luchador. Parece que está funcionando porque los locales se están llevando unos buenos palos. Después de una hora, el evento termina, ha sido toda una experiencia.
En Indonesia se viaja despacio, y ya teníamos claro que el visado de dos meses que sacamos en Malasia no iba a ser suficiente.
En Mataran, capital de Lombock, había oficina de inmigración, pensábamos que en esta oficina más pequeña no necesitaríamos sponsor para extender el visado pero si era necesario. Fuera del edificio varias personas se ofrecen para “sponsorizarnos” y conseguirnos el visado, a cambio de cobrarnos tres veces más de lo que cuesta el visado.
Llamamos a Ricky, le habíamos conocido en Bali en la casa donde vivimos dos semanas, le comentamos el problema para ver si nos podía sponsorizar, nos dice que vayamos a la tienda Kawasaki de Mataran que él lo organiza para solucionarlo. Así que en la tienda Kawasaki hacemos los papeles, volvemos a la oficina de inmigración, todo bien y al día siguiente teníamos un mes extra de visado.
Con el visado solucionado, nos vamos, ahora sí, a pasar un par de días en las Gili, de las tres islas, escogimos la más pequeña, Gili Meno. Cabaña básica en la playa, una cama de bamboo, un ventilador y un baño exterior abierto. Dos días de buen snorkel, pescado y cervezas en la playa.
SUMBAWA
Isla más pobre y tranquila, no hay muchos sitios donde parar y la recorremos en pocos días. Sólo pasamos un par de días en Lakey Peak, pequeño pueblo surfero donde coincidimos con un grupo de españoles, Ricky, Piru, Marta y Mercedes, trabajaban colaborando con la ONG Harapan realizando proyectos educativos y sanitarios en la zona. El sitio es muy tranquilo y a parte de surf hay poco que hacer.
El último día en Sumbawa, llegamos a Sape con la esperanza de que hubiera un ferry por la tarde y no tener que pasar la noche allí, auténtico agujero, no hubo suerte y en una cutre guest house con ratas por los alrededores hicimos noche y por la mañana cambiamos de isla.
FLORES
Habíamos leído muy buenas opiniones sobre esta isla de otros viajeros en moto. Llegamos a Labuanbajo, muy auténtico, bastantes guesthouses y restaurantes pero sin perder al aire de sitio tranquilo. Otro de tantos lugares donde terminaríamos quedando más tiempo del que en principio pensábamos.
Desde Labuanbajo buceamos dos días en el Parque Nacional de Komodo, sin duda, el mejor buceo de todo el viaje, la inmersión en Manta Point con hasta quince mantas y la inmersión en Batu Bulong fueron un espectáculo que no olvidaremos nunca.
Después de casi una semana partimos de Labuanbajo, teníamos tres días para cruzar los 700 kms. de la isla de Flores para coger el ferry semanal a la isla de Timor, si no, tendríamos que esperar hasta la próxima semana. Auténtica delicia de ruta, curvas y más curvas, continuas subidas y bajadas, la carretera llegaba hasta los 1.300 metros, ausencia de tráfico … un paraíso para rodar en moto pero teníamos cierta tristeza porque la ruta por Indonesia y Asia se estaban acabando.
En Moni queríamos ver el lago Ijen pero tuvimos mala suerte, estaba activo emitiendo muchos gases y el acceso estaba cortado, ya tenemos excusa, tendremos que volver a Flores en otra ocasión.
Allí coincidimos con una familia francesa que viajaba en un espectacular camión dakariano habilitado como casa. Federico y Laura, y sus dos hijos Martin y China, de siete y cuatro años respectivamente, llevaban más de tres años dando la vuelta al mundo.Compartimos con ellos la ruta hasta Dili en Timor del Este.
En Larantuka nos embarcamos en nuestro último ferry indonesio a Kupang en la isla de Timor, nos esperaban catorce horas de barco. Al principio el ferry iba bastante tranquilo y con poca gente, ¡Qué suerte! pensamos. Hicimos escala en otra isla y allí empezó la locura, cientos de personas subieron a bordo, cualquier espacio era ocupado por familias, gente tirada por los suelos; en la bodega la moto estaba rodeada de cabras y gallinas, no podíamos creer lo que estábamos viendo. Hasta de los camastros comunes nos echaron porque había que sacar ticket y no lo sabíamos. Al final, subimos a la cubierta superior, aunque en teoría no podíamos, pillamos unas colchonetas, los sacos y pasamos una de las mejores noches del viaje, tranquilidad y un cielo estrellado.
En Kupang teníamos que solicitar el permiso para poder entrar en Timor del Este, en teoría tardan tres días, le dijimos que teníamos que coger un avión en Dili y no podíamos esperar, le convencimos, nos los hizo en quince minutos.
Realmente se estaba acabando Indonesia, después de dos meses y medio cruzábamos la que sería nuestra última frontera en el sudeste asiático, llegábamos a Timor del Este.
Sin duda volveremos a Indonesia.
Enhorabuena!! desde GS life
Mas información en: